Me gustó ir al atelier de este diseñador de vestidos de novia.
Me gustó que él, con su camiseta y pantalones negros muy rockers, perfectamente conjuntados con los botines que llevaba me abriera la puerta, forma parte de su “estilo de trabajo”.
Peiró es cercano, tiene ese “savoir faire” muy necesario para la ocupación, que como él dice, ama. Tiene ese punto de simpático y seductor muy adecuado para dar confianza a la mujer que entra nerviosa y con mil dudas, en su probador.
Me da una pequeña clase magistral de la evolución de las bodas, recordándome a aquellas antiguas novias que iban “encorsetadas” y con la madre en plan consejera a comprarse el vestido. Llegando a la época actual en el que la “futura”, llega acompañada de amigas y en el que su principal preocupación además de verse guapa, es sentirse cómoda.
“Llega tras probarse cientos de modelos y está desesperada…” , me dice sonriendo, “algunas están a punto de tirar la toalla. Una vez que conseguimos tranquilizar a la clienta y lograr su confianza, es cuando nos lo comenzamos a pasar bien”, me apunta.
Mientras me cuenta esto, no para de gesticular con las manos, vive lo que dice.
“La futura novia no sabe lo que quiere, pero si lo que no quiere, aprendemos de ellas, constantemente”, sentencia.
Y es que para este creador que en estas fechas cumple 25 años en el sector, lo que hace le apasiona y eso, imagino yo, es un todo.
Tras veinte años al frente de la firma “Jesús Peiró”, partió peras con su socio por su apuesta por la calidad y no la cantidad. Y tras una tiempo llevando su línea de creación en Rosa Clará y otra firma, hace siete años que se tiró a la piscina y volvió a abrir su propio atelier apostando por sus propios principios, la importancia en la exclusividad.
Es un “rara avis” en el sector, ya que le trae al pairo, y así lo percibo hablando con él, que grandes firmas facturen más. Según piensa, eso le beneficia. Me dice, con seguridad: “Trabajamos con las mejores calidades, Alfonso. Me gusta que la novia se sienta ella y no disfrazada, no tener en cuenta solo el ganar dinero. Nuestro objetivo es satisfacer a nuestras clientas”.
Le pregunto si hay mucha diferencia de precio entre uno de sus exclusivos vestidos con tejidos de París y el de una gran firma confeccionados con telas compradas en China o Turquía, y su respuesta me pasma: “Te vas a sorprender. Mis vestidos valen lo mismo que los de las grandes firmas comerciales, teniendo estos la mitad de calidad”
La respuesta es el marketing, la firma “José María Peiró” en Barcelona está en una buena zona, pero no a pie de calle.
No se pagan a famosas por lucir los vestidos, seguimos ahorrando.
Mi mejor publicidad es el boca a boca
Además, tal y como él me dice: “Si una famosa llevase un diseño mío le restaría exclusividad” y lleva razón.
No creo, y es un pensamiento personal, que a una futura novia le gustaría oír en un día tan importante para ella: “Anda mira, si es el que llevó la petarda de fulanita de tal cuando se casó”… No, no es plato de buen gusto.
Cuando ya vamos por el segundo café, me habla de un caso específico en el que una gran firma le pagó 180.000 euros a una famosa por llevar un vestido y encima le regaló dos más para después de la ceremonia. Lógicamente la célebre de turno, llevó el diseño que le impuso la firma, no el que ella hubiera elegido.
-Cuando te vendes, es lo que tiene, pienso-
“Mi mejor publicidad es el boca a boca”, asegura.
Y vaya que si le funciona, durante el rato que compartí tiempo con ellos, la actividad fue un no parar. Cuando me despido de José María, lo miro y le pregunto:
¿Cómo te definirías?
Contemporáneo, coherente, justo y… ¡calidad precio!. (esto último me lo dice abriendo bien los ojos de pillo que tiene)
Amigo, serás todo eso; pero yo te veo además, un empresario serio. Yo te veo un tío cojonudo. Me pierdo por el centro de Barcelona recordando una frase de la entrevista:
“Para mí, calidad de vida es hacer algo que me gusta”