El miedo mata la mente

Ya no distinguía los perfumes de antaño, no los recordaba.

El miedo mata la mente…

Los golpes, los gritos, las amenazas; el sometimiento a la voluntad de “El señor de la casa”, como se definía él, era su día a día .

No vivía, sobrevivía . 
A veces intentaba comprender las razones de su carcelero, buscando justificar su comportamiento, incluso se culpaba a ella misma por el trato recibido.

Sentía que estaba haciendo mal, al escuchar a sus vecinas hablar sobre viajes de fin de semana con sus parejas al coincidir en el mercado durante la compra, porque ella también lo deseaba para sí.

Mantenía una cierta distancia al conversar con ellas, no fuese que el perfume que llevaban se pegase a su ropa /¿cómo justificaría la fragancia si la detectaba su amo y señor?/

Ya en el pasado se ganó un puñetazo cuando permitió que la dependienta de una perfumería la rociase con la muestra de una fragancia que estaba de promoción, él montó en cólera al percibir el olor al llegar a casa y estrelló el puño contra su cara mientras escupía insultos y acusaciones:

“Golfa, ¿para quién te pusiste ese perfume de buscona?”

Le rompió la nariz por tercera vez, por eso no reconocía los olores.

El estado de terror en el que consistía su vida no le permitía reconocer al auténtico culpable de su situación

Lo perdonó una y mil veces, craso error.
 Tampoco se sentía deseada, más bien utilizada en noches oscuras e interminables de mal sexo, en los que no sentía otra cosa que asco y frustración.
 En la soledad de la ducha, intentaba buscar sensaciones en su cuerpo. Saber si todavía podía experimentar placer, pero el miedo -cómo dije- mata la mente, y vivir con un maltratador todavía más.

El estado de terror en el que consistía su vida no le permitía reconocer al auténtico culpable de su situación.
 Un día en que la falta de aire ya no la permitía vivir decidió terminar con todo y se tiró por el balcón.

Meses después en un bar de putas, el viudo decía a sus amigotes:

Nunca perdonaré lo que me hizo esa desequilibrada, si la tenía como a una reina

Sé que mi relato es duro, pero si solamente una mujer maltratada lee esto y marca el 016 y denuncia, habrá merecido la pena.

Hemos pasado unos días en que las muertes de mujeres inocentes nos escandalizó a todos, siempre espero que la última víctima, sea de verdad; la última.

Bien es cierto que también existen (las menos) mujeres que «falsean» una denuncia, con fines egoístas. Pero ese, es otro cantar del cual escribiré otro día.

Mientras, la periodista italiana Costanza Miriano escribió un libro con el título : “Cásate y sé sumisa”…

Prometo en un futuro artículo de opinión hablar sobre él.

(Cómo para no hacerlo, con semejante titulo)

¡A más ver!